Los polvos pica-pica no tienen edad.
- Wilmer Ogaz
- 10 may 2017
- 2 Min. de lectura

Quizás el mismísimo Sigmund Freud se hubiera reído en un par de momentos con la comedia francesa 'Lolo, el hijo de mi novia' (2015) escrita, dirigida y protagonizada por Julie Delpy, aunque tal vez sus consejos hubieran servido bastante en la historia cuando presentan el complejo de Edipo que se vislumbra en el filme.
La historia comienza cuando Violette (Julie Delpy) una parisina cuarentona con una carrera prometedora, absorbente, pero prometedora dentro del mundo de la moda, conoce al que podría ser su nuevo amor, Jean-René (Daño Boon) un ingenuo provinciano, técnico en informática que recién se ha divorciado, y qué al poco tiempo de conocerse comienzan una relación cuando él se muda a París.
Justo aquí es donde hace su aparición Lolo (Vincent Lacoste) el hijo de Violette, un millenial mimado que hará de todo para no perder a su madre, boicoteando la nueva relación así como lo hizo con todos sus pretendientes en el pasado.

Y es en ese vaivén de enredos, trampas y manipulaciones del unigénito de la protagonista donde podemos ver la verdadera esencia de la película, situaciones simples pero emocionalmente complejas que se combinan maravillosamente con la comedia, como cuando Jean borracho le pide una selfie a Karlito Lagerfeld, colega de su novia. Pasando por el drama de dos mujeres de cuarenta y cinco años solteras, sin pareja pero que terminan cayendo redonditas en los brazos del amor.
Una historia contada diferente, un audaz pero efímero acercamiento al sentimiento de amor enfermo del hijo a la madre, la enseñanza de la mujer exitosa en el trabajo pero fracasada en el amor que se cruza con el provinciano, dos almas acomplejadas, que juntos pueden salvarse, sanarse y complementarse, haciendo que inmediatamente converja esa sintonía entre sus bien logrados personajes y el espectador.