Corina: café para la soledad
- Wilmer Ogaz
- 7 jul
- 2 Min. de lectura

Estrenada a principios de este año, la película Corina, dirigida por Urzula Barba Hopfner, pasó por cines sin generar el reconocimiento que se merecía pese a su impecable manufactura. Ahora con el anuncio de sus 7 nominaciones al Ariel 2025, destacando guion original, actriz y dirección, espero genere la expectativa suficiente para que la visiten en Prime Video.
La historia sigue los pasos de una correctora de estilo en sus veinte que sufre de trastornos de ansiedad. Su rutina se limita a pasar todos los días por su café antes de ir a la oficina dentro de un radio de 4 cuadras a la redonda de su casa, en ese espacio tiene todo lo que necesita para sobrevivir junto a su madre, quien la sobreprotegió después de la muerte de su padre. Es eficiente, callada, tímida, inocente (no cierto) y su lugar es una oficina aislada de sus demás compañeros de trabajo. Tal parece que Corina no quiere ser parte del bullicio, pero el precio que tiene que pagar por su decisión es brutal: invisibilidad y exclusión en todos los sentidos. Todo se complica cuando en su incontenible afán de corregirlo todo, reescribe el final de la saga más importante de la editorial y por azares del destino se imprime. Ahora tendrá que dejar atrás sus miedos y salir a buscar a la escritora para intentar resolverlo.
Si Amélie hubiera nacido en México, su historia se parecería bastante a la de Corina, una mujer aparentemente sin voz, viviendo dentro de un sistema que relega a quienes no gritan, además tienen el mismo flequillo.
En un país donde el ruido domina todos los espacios, nuestra protagonista es un susurro que exige ser escuchada, y lo digo porque el mundo laboral premia la extroversión, la celebra, la alaba y la coloca en un efímero altar, sin embargo, a pesar de su carácter introvertido, Corina es una eminencia en lo que hace, pero como nunca ha levantado la mano, vive estancada.
Me quedo con la ilusión de corregir la realidad, de intentar moldearla para proteger a los tuyos, pero sin esperar el momento perfecto porque no existe.
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