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Un transplante de conciencia.

  • Foto del escritor: Wilmer Ogaz
    Wilmer Ogaz
  • 24 jul 2017
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 22 jun 2020


Es un hecho que la cultura de la donación de órganos y tejidos en México desgraciadamente no se encuentra desarrollada y su panorama es poco optimista, a pesar de ser un gesto altruista considerado por muchos como el mayor acto de bondad que pueden tener entre sí los seres humanos.


Bajo esta premisa, el salmantino Chema de la Peña dirige: ‘Vive por mí’, su primer filme en México, un drama estelarizado por Martha Higareda, Tiaré Scanda, Rafael Inclán, Margarita Rosa de Francisco —que merece un gran vitoreo por su majestuosa interpretación— Tenoch Huerta y Juan Manuel Bernal.


Sus protagonistas son tres personas abismalmente distintas, todos tienen la oportunidad de obtener el ansiado trasplante de riñón que necesitan para seguir viviendo. Ana —Martha Higareda— una chica refinada de clase alta, que vive rodeada de lujos y sin problemas más que los de su resquebrajada y desinteresada familia, Valentina —una magnifica Tiaré Scanda— de origen humilde, luchona, bastante centrada que sueña algún día en convertirse en madre, y Chayo —Rafael Inclán— un sexagenario predicador evangelista de una colonia popular. Por azares del destino el riñón es para Chayo, pero gracias a este casual encuentro los personajes de Ana y Valentina comenzarán una amistad que las llevará a planear algo descabellado y desesperado.


Hasta aquí vamos bien, es loable promover y fomentar la idea de que existen miles de personas que para mejorar su calidad de vida o incluso seguir viviendo, necesitan de un trasplante, aunque el acercamiento a la vida de los tres protagonistas luzca en ratos superficial y poco perfeccionado, nos percata de los diferentes estratos sociales de los cuales se enriquece nuestro país, presentándonos sus peculiares formas de sentir, pensar y actuar, es decir, sus luchas diarias y no sólo por lo que adolecen, sino por el desgaste y sufrimiento que se llevan de paso a sus familias.


Es importante decir que en México el 75% de los trasplantes de riñón provienen de donadores vivos, motivo por el cual, las instituciones de salud —públicas y privadas— trabajan en reforzar la donación de órganos de personas fallecidas. Hoy nuestro país tiene una tasa de donación de 4.03 por millón, una cifra muy baja si la comparamos con otros países de primer orden.


Vale la pena hacer mención de la destacada participación de Margarita Rosa de Francisco, quien da vida a Mariluz, —madre de Ana, alcohólica y tal vez decepcionada de la vida que le ha tocado vivir— quien luce soberbia a sus 51 años, y a pesar de las críticas que dicen que su personaje resulta sobreactuado, lo llena de contrastantes matices, como si fueran los mismos sentimientos que atraviesan sus protagonistas, pero que se reservan para conservar la calma y llamar así a la suerte del destino.


La realidad es que sigue existiendo demasiada desinformación acerca de la donación de órganos en nuestro país, y esto no frena que las listas de espera siguen aumentando día con día. La única solución es ser donante, entre más existan, mayor será el número de vidas que podrán salvarse.


En resumen las historias y los momentos de sus protagonistas se entretejen en una atinada madeja, trastabillada en ratos por su elocuencia, al final resultan poco coherentes, pues nos dejan con ganas de más. Eso sí, su manufactura es impecable, a ratos incompleta, a pesar de tener bastante hilo para seguir construyendo una sólida madeja por el tamaño de los actores y actrices que dan voz al problema de salud, la intención es muy buena y trata de concientizar al espectador, pero como muchos de los pacientes nos quedamos esperando por un buen final.


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