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Alegorías divinas para alimentar el ego.

  • Foto del escritor: Wilmer Ogaz
    Wilmer Ogaz
  • 3 oct 2017
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 4 jul 2020



La gran mayoría de los asiduos al cine detestan los temas divinos y encasillan estas historias al fanatismo religioso, para muestra basta mencionar la reciente adaptación de la novela cristiana de Paul Young ‘‘The Shack’’ (La Cabaña) llevada a la pantalla grande por Stuart Hazeldine. ¿Pero qué sucede cuando los personajes están sutilmente disfrazados y sus acciones se colocan en el thriller psicológico alejándolos del tema religioso? el morbo y la curiosidad pueden más.


Me atrevo a decir que el nivel teológico de la gran mayoría, está a millones de años luz de una comprensión clara y objetiva, sin menospreciar a nadie no se necesita ser un experto para darse cuenta de las referencias bíblicas que contiene la nueva película ‘‘mother!’’ de Darren Aronofsky —sí, en minúscula y con solo un signo de admiración al final— el mismo director de otras joyas cinematográficas como: ‘El cisne negro’’, ‘Réquiem por un sueño’’ o ‘Pi, el orden del caos’’.


La premisa de esta parábola modernista es simple, Él —Javier Bardem— es un aclamado poeta en busca de inspiración que está casado con madre —Jennifer Lawrence— una joven entregada y dispuesta a reconstruir la casa en la que viven en aparente tranquilidad, misma que se ve interrumpida por la llegada del hombre —Ed Harris— y la mujer —Michelle Pfeiffer— desatando una serie de eventos inusuales cuando hacen su aparición sus dos hijos. La hospitalidad pronto se convierte en desconcierto y esta a su vez en pánico cuando la casa se va llenando de más intrusos.


Son identificables dos grandes momentos durante el filme, primero el origen, un génesis que sostiene a los personajes con marcadas referencias bíblicas, y que si no has visto la película sugiero dejes de leer, porque aquí te las explico:


Adán.

Una cicatriz en el costado del hombre —interpretado por Ed Harris— que Él oculta a los ojos de su esposa nos advierte la costilla que Dios utilizó para crear a Eva.


Eva.

Al día siguiente de ver la herida en el costado del hombre aparece repentinamente su mujer —interpretada por Michelle Pfeiffer— para reafirmar la teoría de que es carne de su carne.


Caín y Abel.

Los hijos de la pareja también hacen su aparición en búsqueda de su padre para escenificar la muerte del hijo más joven en manos del hermano mayor —interpretados por los también hermanos en la vida real Brian y Domhnall Gleeson— tal como se abalanzara Caín sobre su hermano para darle muerte.


El fruto prohibido.

La piedra en forma de corazón que celosamente guarda Él, bien puede ser el fruto prohibido, de hecho, la mujer convence al hombre para entrar a hurtadillas al despacho para conocerla, verla y tocarla, pero por error la rompen, desatando la ira de su dueño.


El Paraíso.

La casa donde viven los protagonistas parece estar viva, late con las situaciones de cada una de las personas que entran en ella, cruje y se queja hasta desangrarse. Una alegoría al planeta tierra, el paraíso que nos fue regalado y que no es ajeno a ningún impacto por pequeño que este sea.


La madre naturaleza.

La conexión que existe entre la casa y Lawrence tiene conciencia y nos hace pensar en la madre naturaleza cuando defiende cada espacio que es suyo.


Dios, el creador.

El que todo lo puede, el que todo lo tiene es encarnado por Bardem, un poeta con serios problemas de vanidad que trata a toda costa de encontrar nuevamente la inspiración en una nueva obra que le devuelva el reconocimiento social.


Hasta aquí resuena el eco bíblico para dar paso a la humanidad que toma un papel activo durante la segunda mitad de la película reemplazando los textos bíblicos a un contexto bastante real y muy actual. Comienza entonces el apocalipsis dentro de la casa, que es tomada por cientos de fanáticos en busca de su mentor, así poco a poco la invasión de la muchedumbre convierte el paraíso en zona de guerra. Otra referencia bastante marcada es cuando casi al final de la película la gente se vuelve en contra de Lawrence, golpeándola al unísono de ramera hasta que su esposo llega en su defensa, tal como lo hiciera Jesús con María Magdalena. La sobrepoblación, los conflictos, el asesinato de su primogénito en manos de los fanáticos y la devastación que azota la casa terminan por derrumbar el mundo de madre, pero su amor será la semilla de la reconstrucción.


Quizás Aronofsky quiera aleccionarnos a su manera del daño irreversible que como sociedad estamos causando en la naturaleza, tal vez trata de sacudirnos con lo inverosímil de nuestras acciones, aunque también cabe la posibilidad de que su relato sea una especie de autobiografía, una pequeña ventana desde donde podemos ver en todo su esplendor el lucimiento total de su actual pareja: Jennifer Lawrence. Posiblemente no sea ninguna de las anteriores, pero se agradece que, en tiempos de sagas y remakes, alguien se arriesgue a plasmar una idea bizarra y retorcida, una fábula apocalíptica resumida en 120 minutos que no van a dejar a nadie indiferente. La religión siempre será un tema bastante socorrido a la hora de querer provocar escozor en ciertos sectores de la sociedad con un mensaje oculto que no todos se atreverán a descubrir.


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