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Disclosure: Voces que transforman.

Foto del escritor: Wilmer OgazWilmer Ogaz


Recién se estrenó en Netflix el documental ''Disclosure: ser trans más allá de la pantalla'' un zoom a Hollywood y la forma en cómo ha representado a personas transgénero y el terrible impacto de esas historias en la vida real de muchas personas, así como la repercusión en diferentes culturas a lo largo del tiempo. Dirigido por Sam Feder, el relato se apoya de entrevistas encabezadas por Laverne Cox, Candis Cayne, Bianca Leigh, Chaz Bono y Lilly Wachowski entre otras muchas luminarias para dar luz a un camino sombrío, mordaz, y ridiculizado por el que la comunidad transgénero ha transitado hasta hoy.


Desde tiempos inmemoriales el respeto no ha existido para las minorías, mofarse de ellos era tolerado. Vale la pena aclarar que no todas las películas se dejan llevar por ese método, algunas tratan de profundizar con mucho respeto esas diferencias. El ejercicio de Feder toma como referencia a ''Psicosis'', ''La chica danesa'', ''Los muchachos no lloran'', ''Juego de lágrimas'', ''El club de los desahuciados'' y ''Desayuno en Plutón'' para sensibilizar sobre su incorrecta representación: Prostitutas, indigentes, asesinos e inadaptados alejados totalmente de la mano de Dios, que los convierte en carne de cañón.


Y es justo eso lo que se pretende modificar, que las referencias sean las correctas desde una óptica real. Sin estereotipos, tan socorridos y desgastados en la industria del entretenimiento. Además, todos los que participaron en el filme convergen en esa misma premisa. Y no se trata de cancelar y desaparecer todo ese acervo fílmico, lo que sí es posible es comenzar a contar historias sin prejuicios para detonar un cambio auténtico y el cine cumpla su intrínseca función de educar, antes que divertir. Aunque vale la pena recordar que todas las historias tienen algo de verdad, algo de mentira y mucho de desconocido.


Pero, ¿qué sucede cuando le piden a una mujer interpretar a un hombre trans? Un ejemplo es el reciente caso de la ganadora del Óscar a Mejor Actriz en 2002, Halle Berry, que ya se estaba preparando para hacerlo y las redes sociales se volcaron a vapulearla por lo que además de pedir disculpas, renunció al proyecto. ¿Acaso no tiene el derecho de meterse en esa piel? Las opiniones están divididas.


Si nos vamos al diccionario, la Real Academia Española define al actor y actriz, como la persona que interpreta un papel en la televisión, el cine, el teatro o la radio. Aterrizando el concepto, se trata de un individuo que se pone en la piel de un personaje, o mejor dicho, que juega a representar la vida de otro. No hay mucho que ahondar sobre el oficio que se remonta a la antigua Grecia, y como en todo, los hay buenos, malos y regulares. A los buenos, les interesa conocer a profundidad las ideas que movieron al escritor o director para darle un matiz más atinado y dotar de alma al personaje para volverlo entrañable para el espectador.


Quizá los activistas y asociaciones LGBTQ+ no se sientan orgullosos ni cómodos con la sugerencia, cuando un cisgénero los representa, pero el cine es magia, y cualquier persona sin importar como se defina, debería tener la oportunidad de interpretar cualquier rol. Todos tendrán algo que decir, aunque no todos estarán dispuestos a escuchar.


Productores, directores y escritores tienen un reto muy ambicioso, crear hoy las referencias adecuadas que aviven las memorias del mañana. Ya se rieron (y lucraron) bastante con ellos, ahora toca el turno de hacerlos brillar. El talento es una responsabilidad, no lo desaprovechen.



 
 
 

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