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‘‘La verdad’’ de Koreeda, un manual de cómo sobrevivir al autoengaño.

Foto del escritor: Wilmer OgazWilmer Ogaz

La vida y obra de una diva francesa en el ocaso de su carrera trae de vuelta a la siempre fantástica Catherine Deneuve ahora bajo las órdenes de Hirokazu Koreeda. Para no ahondar en la conocida trayectoria y los múltiples galardones del director nipón, nos avocaremos en intentar desmenuzar lo que se oculta entre sus líneas. Es la historia de Fabienne (magnífica Catherine Deneuve) una de las grandes actrices del cine francés que ha construido su brillante carrera sobre una remota relación familiar, la más golpeada es Lumir (eficiente Juliette Binoche) su hija guionista. El reencuentro entre madre e hija se da cuando Lumir, acompañada de su esposo Hank (un grisáceo Ethan Hawke) y su pequeña hija Charlotte (Clémentine Grenier), viajan de Nueva York a París para la presentación del libro de memorias de su madre. Enfrentar las dolorosas heridas que las separaron en el pasado será inevitable.


El cine dentro del cine se planta para regalarnos una panorámica entre bambalinas desde los ojos de Lumir, a su madre en plena filmación de la que afirma no será una buena película: ‘‘Memorias de mi madre’’, al lado de una joven promesa del cine francés. La trama espacial es un eco constante de perdón por la ausencia, la misma de Fabienne con Lumir. Pero vayamos por partes.



Lumir, una luna eclipsada.

‘‘Había una vez una bruja que tenía el corazón tan duro como una piedra, y convertía a sus enemigos en animales’’ le lee Lumir a su hija, con el afán de que ‘‘La bruja del bosque de Vincennes’’ se convierta también en su cuento favorito. A ella se le da mejor escribir historias que interpretarlas. Cuando la hizo del león en la puesta ‘‘El mago de Oz’’ estuvo pésima, nos confirma Fabienne en un intento por justificar el no alentar la que hubiera podido ser una prolífica carrera como actriz, quizá porque hubiera podido superarla. A sus callados resentimientos se suman el ajetreo de un marido alcohólico, actor de media pinta, y una hermosa hija que se deslumbra en los estudios de grabación, una futura actriz.


Verdades, sueños y mentiras.

La verdad que guarda celosa nuestra soberana actriz, pende en la ingravidez. Al revelarla, —no quiero spoilear— el momento se desvanece casi tan instantáneamente como un parpadeo. El cálido abrazo que se antoja dure mil años luz, pretende ser utilizado por la diva para mejorar su legado fílmico. Y es que Deneuve tampoco es permisiva, la gracia de sus gestos, elegante sarcasmo y contenidas muestras de afecto, hacen pensar si de verdad aquella diva se mimetiza con ella misma. Como si fuera la bruja del bosque de Vincennes, nuestra protagonista hace creer a su nieta que tiene los poderes de convertir a quienquiera en animal, muestra de lo anterior es la tortuga que vive en los jardines de la casa, y que asegura, es su abuelo que ya la tenía cansada.


El brillo de una estrella muerta.

En diversos momentos se habla de Sarah, sin saber a ciencia cierta si se trata de otra hija, una actriz rival más joven y más guapa, posiblemente más talentosa, o la futura piedra en el zapato. Dejando abierta la posibilidad, como todas las leyendas de la pantalla grande, fuese Fabianne en sus inicios, que tuvo que renunciar al papel de madre amorosa para resurgir en una femme fatale, vanidosa y perfeccionista que no le importa pasar por encima de nada ni nadie para alcanzar sus sueños. Nunca lo sabremos.


El banquete dispuesto por Koreeda logra atrapar la esencia de la belle parisienne, pero no deja que otros sabores distraigan al comensal del ingrediente principal. Deneuve es la carne magra, Binoche la dulce y fina noix de muscade. Todo lo demás se cuece aparte.



Notal final.

Inmersa en su propio bosque encantando, dicen que atrás hay una cárcel, una casa flanqueada de jardines, Fabianne —curiosamente es el segundo nombre de Catherine— tal vez si sea una bruja vanidosa que ha despertado en otra dimensión y por alguna extraña razón desea enmendar el camino, pues ya la memoria ha comenzado a confundir el reflejo de la vida en el trabajo del artista.



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