El mundo laboral se ha vuelto una rueda de la fortuna donde a veces te toca estar arriba y otra veces abajo, desde mi perspectiva bastante sobrevalorado e injustamente remunerado.

Cuando competimos por una posición en alguna compañía, no solo lo hacemos con los colegas de nuestra ciudad, lo hacemos con todo el mundo, recordemos que estamos a un clic de distancia, y más en la red de contactos de LinkedIn, donde las recomendaciones y postulaciones tienen gran demanda.
Enviamos nuestro currículo y a veces nuestro book por correo electrónico, quizás entre el mar de solicitudes que llegan de otros candidatos, la nuestra logra destacar entre todas ellas. Se programa una entrevista telefónica para pasar un primer filtro, a los pocos días llega un correo para coordinar una videoentrevista por Skype, pero seguimos siendo parte de un ‘‘proceso’’, pues todavía hay muchos profesionales compitiendo, y aunque algunos tenemos la edad en contra —sí, los 35 años son la edad tope para que una empresa siga interesada en ti, a pesar de tu vasta experiencia, aunque suena ilógico tenerla a los 23 años— algunos se quedan en este punto, pero tú sigues avanzando, te realizan un montón de psicometrías —he llegado a contestar hasta 18 pruebas— y el famoso estudio socio-económico, por fin llega el momento de la entrevista presencial, e inician sentenciando que solamente una persona conseguirá el anhelado puesto para que no te pongas nervioso.

Y a pesar de conocer el impacto de la primera impresión, te pones tu camisa de la suerte, te esmeras en peinarte mejor que otros días para lograr una imagen prolija, eso sin contar tu excesiva puntualidad en este tipo de citas, pues el tráfico de la ciudad es un caos. Pero parece que después de todo el entusiasmo y las horas invertidas, el tiempo pasa, y no pasa nada, la empresa jamás tiene la cortesía de llamarte para avisarte que no fuiste el candidato seleccionado, incluso a pesar de los correos y llamadas que tú les has hecho para demostrarles que sigues interesado en unirte a sus filas, y ahí termina todo, para comenzar un ciclo nuevo con otra firma tiempo después.

Pero algo hay de rescatable en lo anterior, a mi siempre me han enseñado que si las oportunidades no llegan hay que crearlas uno mismo, y ''emprender'' sobre todo ahora que todo está conectado, y cualquier contenido está al alcance de todos.
Resulta entonces imperante esforzarnos al doble para conseguir lo que deseamos —las famosas metas a corto, mediano y largo plazo— y resulta más sencillo de lo que parece: ¿quieres ser el mejor escritor? pues escribe y comparte con otros tus experiencias, ¿quieres ser el mejor cocinero? inventa y reinventa todas esas recetas de tu abuela, pero acepta los consejos y críticas de tu madre, ¿quieres ser el mejor diseñador? pues práctica todos los días la creatividad, sube tu book a la red para que todos te vean, y si a nadie le gusta tu trabajo, lo critican o le ponen ''peros'', no importa, sigue adelante, porque si de algo estoy seguro es que el éxito te debe encontrar trabajando. Hace poco durante una plática informal, un amigo me confesaba preocupado que no sabía que estudiar, entonces yo le pregunté qué era lo que más disfrutaba hacer, y enseguida me respondió que hacer memes, entonces le dije que se enfocara en el diseño gráfico con alguna especialización en marketing digital y tradujera eso en números para alguna empresa o negocio. A que voy con esto, que cualquier idea por descabellada que parezca puede funcionar para algo, o alguien. Ya lo decía Confucio: ''Elige un trabajo que te apasione y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida''. Prueba y error, prueba y error, práctica y constancia, no lo olvides, pero lo más importante no desistas.